miércoles, 24 de noviembre de 2010

"Palabras hermosas"

Sostengo una moneda, que con un resplandor carmesí se apaga lentamente entre mis manos, mientras granos de arena pintados de Sol caen desde mis dedos. La chispa aún encendida, deja de iluminar poco a poco mi recámara, mientras miro por la ventana.

Abrazo la oscuridad de la noche contra mi pecho, con la fuerza de un niño apretando la mano de su madre en una noche de tormenta. Sostengo, aún en mi mano, un pedazo de Sol apagado y marchito.

Cada esbozo de negrura que la noche pintada de azul me regala en el rostro, no hace más que recordarme el silencio encerrado en las palabras hermosas que ya no te diré jamás. ¿Dónde te encuentras? ¿Qué palabras no me dirás nunca más?

Las nubes pasajeras cargadas de lluvia, enmarcadas en el cielo, se esfuman en la distancia y se transforman a cada instante. Una sombra viaja entre las copas de los árboles, apagando a cada segundo sus hojas encendidas de blanco.

Mientras, un rayo luminoso se cuela entre las montañas, y amanece entre las nubes el amarillo y el naranja del día. El resplandor de las gotas de oro llenan el cielo, mientras en los cerros, la vida nace de una chispa apagada.

Abro la mano para dejar caer las cenizas del Sol, aun apretadas contra mi pecho. El viento se las lleva a la distancia, lejos, donde nadie puede tocarme. No hay entre mis dedos una pizca de nada, sólo frases vacías que se le dicen a nadie.

La luz, con los ojos cerrados, con manos tibias en mi rostro limpia las sombras de mi alma. Su calor me baña mientras abrazo al amanecer. Con una sonrisa infantil, se acerca y me toma de la mano, susurrándome al oído mientras levanto la mirada, frases vacías, y palabras hermosas…

lunes, 15 de noviembre de 2010

TInta de Isman Bossa "Desiertos"

Sus manos recorrían su cintura. Podía sentir las curvas que tanto había soñado tener cerca. Su piel era tan blanca que asemejaba dunas de arena finísima que cambian de forma cuando el viento las acaricia con su fuerza y sutileza.

Mientras recorría esos caminos con la yema de los dedos, provocaba escalofríos en la mujer, haciendo que arqueara la espalda y echara la cabeza atrás en una explosión de placer. Y ella no necesitaba más. Con el simple roce de sus manos podía provocar una cascada de sensaciones que no había sentido ella antes.

Sus senos firmes se endurecían aun más con el simple hecho de sentir el calor de su aliento cerca, de sentir el roce de los dedos alrededor de sus pezones.

Él podía hacerle el amor con la mirada. Con sólo verla desnuda en su cama, con su cabello castaño suelto y despeinado, con los movimientos calculados al recostarse boca arriba, podía hacerle explotar de deseo. No era necesario tocarla, porque la conexión que sentían era tan grande que las caricias estaban de más.

El silencio de los abrazos y los gritos de las miradas llenaban el cuarto cada que se encontraban ahí. Esas horas que pasaban juntos explorándose podían repetirse noche tras noche, dejando a un lado el mundo exterior, las preocupaciones, las penas… Cada noche se hacían el amor con la mirada, y cada noche él recorría esos desiertos con la yema de sus dedos…

Isman Bossa

viernes, 15 de octubre de 2010

"El Umbral"

Entré al cuarto, y estaba iluminado por la luz apagada de una vela. El silencio me hizo retroceder de nuevo al umbral de la puerta. Aún no recobraba el aliento. De pronto, de una esquina del cuarto escuché una voz chillona y vieja. 
-Estás ahí, por fin llegaste.
-Perdón... creo que no debería de estar aquí. – la voz se me entrecortó por que aún no podía respirar.
-Pasa pasa, que ahora mismo te atiendo.
El cuarto estaba decorado con imágenes de todas las religiones, desde budas, vírgenes, imágenes de la religión hindú, hasta crucifijos de todos los tamaños, que dejaban ver la pasión que la mujer tenía por su profesión. Se levantó lentamente de su lugar y tomó un bastón que parecía estar hecho de una rama de árbol ennegrecida por el tiempo y el uso, en la que se podían ver en su relieve rostros y cuerpos tallados por la naturaleza misma.
Con la paciencia que los años le habían dejado, la pequeña mujer dio unos pasos hasta llegar a un armario antiguo y maltratado que era tan grande, que tocaba el techo de la pequeña habitación en la que nos encontrábamos.
Dando un vistazo, me di cuenta que no había una fuente de luz natural en el cuarto, ya que todas las ventanas estaban tapadas con tablas y cartones. Sólo podían verse sombras danzantes en las paredes, debido al movimiento de la llama de la pequeña vela que estaba a medio consumir.
En esta habitación no había más que un sillón maltratado y sucio, un catre en una esquina, una pequeña mesa con papeles regados en ella, y dos sillas de madera que parecía se desbaratarían en cualquier instante.
En las paredes quedaban los restos de lo que alguna vez había sido un papel tapiz de flores blancas, dejando sólo flores enmohecidas y rotas en su lugar.
La mujer tenía la apariencia de estar hecha de papel, encorvada y pequeña. Sus cabellos color plata le llegaban por debajo de la cintura y estaban recogidos con una cinta de color negro en un mechón despeinado. Sus ojos no se podían ver por la oscuridad del cuarto, pero a la luz de la vela, parecía que eran sólo un par de cuencas vacías. Estaba vestida con un vestido largo que alguna vez fue blanco, se veía deteriorado, como si hubiera sido usado más años de los que aparentaba tener la mujer.
Ella tomó de su cuello una cadena, en la cuál había una llave como ninguna otra había visto en mi vida, parecía hecha de hierro forjado, y tenía formas caprichosas e intrincadas que la hacían ver como sacada de la imaginación de un escritor de novelas fantásticas.
Introdujo la llave en la cerradura, y abrió el seguro con un gran chasquido. Las puertas rechinaron y se abrieron de par en par. Dentro había estantes con papeles amarillentos y viejos, que parecían no tener fin, amontonados uno sobre otro, en torres que amenazaban con caer debido al peso.
La pequeña mujer tomó una hoja que estaba en medio de una de las pilas, y la jaló con fuerza para que saliera. Una vez que la tuvo en sus manos, regresó a una de las sillas y se sentó con un suspiro debido al esfuerzo que había representado el pararse y tomar la hoja del armario.
-Ven siéntate… ¿que haces ahí parado?
-Prefiero quedarme donde estoy…
-Bueno, pues como gustes.
Observó en medio de la penumbra del cuarto la hoja, buscando algo que tenía anotado en ella.
-Aquí esta… si, muy bien. Justo a tiempo… que bueno que has llegado.
-¿Llegado a que señora?
-Llegado a la cita…
-Perdone señora… pero no tengo ni idea de cómo llegué aquí…
-No te preocupes, casi nadie sabe como ha llegado aquí.- dijo la señora, mientras esbozaba una sonrisa que hacía verla más arrugada aun.
-¿No sabes quién soy yo?- dijo ella mientras jugueteaba con la hoja que tenía en sus manos.
-La verdad no, no sé por que he llegué hasta su puerta... Sólo sé que estaba por llegar a mi casa, cuando tuve una sensación de urgencia. No pude explicar que era lo que me pasaba. Sólo quise correr… no sé a donde, pero eso fue lo que hice… Corrí por calles y avenidas que no recuerdo. Sentía que alguien me perseguía aunque no podía ver a nadie. Cuando pasé frente a este edificio, vi la puerta abierta… no sé siquiera por que entré… algo me decía que debía entrar… y al fondo del pasillo vi una luz por debajo de su puerta, que estaba entreabierta… No sé que fue lo que pasó, pero es un malentendido… usted espera a alguien más.
-Siempre pasa lo mismo… tranquilo… es a ti a quien esperaba.
-No puede ser… nunca antes la había visto en mi vida.
-No te preocupes hijo mío, nos hemos conocido antes… cuando iniciaste tu trayecto en este camino.
-¿Trayecto? ¿De que me habla?...- El miedo comenzó a apoderarse de mí.
-Si… cuando naciste estuve ahí, dándote la bienvenida a este trayecto que iniciaste. Pero el destino siempre hace los caminos vuelvan a cruzarse aunque sea una vez más. Y hoy es el día en que nos hemos cruzado de nuevo… hoy es el día de tu muerte...
-¡Esto debe de ser una broma!... ¡Déjeme ir por favor!… - Intenté moverme del umbral de la puerta, pero no pude hacerlo. Mis piernas estaban pegadas al piso, y no pude dar siquiera un paso. El miedo me había invadido por completo y sentía cómo el corazón se me aceleraba.
-No es una broma hijo…  aquí lo tengo anotado… tienes 37 años, dos hijos, y una esposa. Trabajas en una maderería, pero siempre quisiste ser maestro de escuela.- la mujer se levantó de su lugar, y me dio la hoja que tenía en sus manos… No podía ser… todo lo que dijo estaba ahí anotado, y más. Mi vida, mis sueños, mis miedos. Mis aciertos y mis errores. Mi existencia plasmada en un pedazo de papel viejo y carcomido por las termitas.
-Pero… pero…
-Es tu plan de vida. Aquí lo tengo todo… aquí tengo la vida de todos. No tengas miedo… Ya se ha terminado.
La mujer me tocó el brazo con una de sus manos… como si me hubieran quemado con un hierro, mi brazo se entumió completamente. Quería gritar, pero estaba paralizado, quería correr, pedir ayuda… sentía como se escapaba de mí la vida.
A partir de ese momento dejé de sentir. Ni dolor, ni miedo ni sufrimiento. Dejé de preocuparme de todo lo que me rodeaba. Lo único que pude decir mientras cerraba los ojos por última vez antes de dejar caer la hoja al suelo fue:
-La muerte…

jueves, 16 de septiembre de 2010

De viajes Ponchito y bautizos...

Esto que estoy a punto de contarles, es una historia completa y absolutamente verdadera. Se que podrán creer que le estoy echando demasiada crema a mis tacos, o que neta con tal de hacer una historia graciosa estoy agregando elementos que parecen sacados de un capítulo de la familia Peluche... Déjenme decirles que tengo a 4 testigos que vivieron esta experiencia conmigo, (mis padres, mi hermana y mi ex) y que si los conocen y les preguntan acerca de esto, esbozarán una sonrisa y se reirán diciéndoles que es verdad. (y mi mamá además comenzará a tener episodios de autísmo y desesperación). Además de que les recuerdo... Ni los niños ni los borrachos mienten, por lo que yo que soy un niño borracho, miento mucho menos.

Hace cerca de 9 años, mi papá tenía un negocio propio, y estaba asociado con un excompañero de la chamba. Un buen día, el buen "Analberto" (le cambié el nombre al socio para proteger su identidad) le pidió a mis padres que fueran padrinos de su chavito de 9 meses... (sí... querían que les bautizaran al chiquito). En mi casa se tiene la creencia de que si te niegas a ser padrino de alguien cuando te lo piden, te cae la sal, empieza la mala suerte en tu vida, un meteoríto te cae exactamente en las joyas de la familia, te mea un perro y te pegas en el dedo chiquito del pié con la pata de la cama. Así que mi padre aceptó de mala gana hacerse compadre del buen Analberto.

Cuando mi papá nos avisó que teníamos que ir a la misa del bautizo del chiquito y después a la fiesta en casa de Analberto, nos advirtió que teníamos que arreglarnos para tan magna ocasión, y que teníamos que usar nuestras mejores garras porque no podíamos quedar mal con su socio. Yo recuerdo que en aquel entonces no tenía la clase y elegancia que tengo en estos días de mi vida (jajaja) por lo que tuve una seria discusión con él. ¿Porque me tengo que poner el traje azul chiclamino si tengo escasos 19 años? Yo que tenía en ese entonces una identidad y un estilo de vestimenta particularmente chola. Para los que no me conocieron en esa época, ¿recuerdan el look que tenía Fred Durst, vocalista de Limp Bizkit' (pantalones Cargo Kakis, playera negra, chamarra Adidas, tennis Vans y gorra) Así me vestía. Obviamente como pueden imaginarse y luego de amplias negociaciones con mi padre, y llegando a un acuerdo mutuo de ganar ganar... me tuve que poner el pinche traje. Eso sí, nos dejó invitar a nuestras respectivas parejas a tan magno evento (a mi hermana y a mí... mi madre se hubiera visto muy mal). Mi hermana declinó la propuesta de manera política (porque su ex era extremadamente mamón), pero yo decidí llevar a mi "en ese entonces novia" (que es una niña muy nice y linda... te quiero "ahora amiga"!)

Llegó el día del evento, así que nos dispusimos a hacer un plan de llegada a la misa. Esta se llevaría acabo en una iglesia que está en un parque exactamente a la salida de la estación del metro Pino Suárez (creo que es la iglesia de San Pedro Apóstol) a las 2 de la tarde de un sábado, por lo que decidimos llegar por metro, para evitar el tráfico de fin de semana en el Centro Histórico. Para acercárnos al mismo, dejaríamos el único carro en el que iríamos en un estacionamiento público ubicado en la colonia Doctores, ya que mi abuelo vivía ahí y lo visitábamos cáda sábado. De ahí caminaríamos a la estación Centro Médico (2 cuadras), tomaríamos la línea 3, que nos llevaría hasta Balderas, trasbordaríamos a la línea 1, lo que nos llevaría directamente hasta la estación Pino Suárez y a la iglesia. (http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/2/25/Mexico_City_metro.svg).

Llegamos al estacionamiento sin percance alguno, caminamos las 2 cuadras que nos separaban de la estación del metro Centro Médico y, antes de entrar, guardamos relojes, cadenas, y demás cosas que pudieran llamar la atención. Mi padre compró los boletos del metro mientras yo resguardaba la seguridad de las 3 mujeres que me rodeaban. Tomamos el primer vagón que se detuvo. Recuerdo que esa estación no estaba tan llena, por lo que el espacio era sobrado. Llegamos a Balderas, hicimos el trasbordo sin problema alguno. En la línea 3 ya estaba un poco más lleno, por lo que estábamos más apretujados. Y ahí empezó la ecatombe...

Llegando a Isabela Católica, se abren las puertas y entra un MÁR de gente, empujándonos a todos hacia adentro. De verdad que no cabía un alma más. Empezamos a tratar de avanzar hacia la puerta para salir en la siguiente estación, pero era técnicamente imposible. Cuando se abrieron las puertas para salir en Pino Suárez, la gente que intentaba entrar y nosotros que intentábamos salir chocamos de frente. Intenté empujar con todas mis fuerzas, pero no pudimos movernos un centímetro. Recuerdo una señora que gritaba "se chingan... bájense en la que sigue!!!" (y no, no era nadie de mis acompañantes). Mi papá nos dijo "no hay problema, en la que sigue nos bajamos y tomamos un taxi". Grave error...

Si se han subido a la línea 3 del metro, sabrán que la estación que sigue de Pino Suárez en dirección al oriente (y si no, para eso les puse el mapa) es la Merced. Y la salida de la estación Merced dá exactamente al corazón del mercado de la Merced... así que ya se imaginarán, a tres mujeres arregladas y emperifolladas y a dos galanazos de telenovela trajeados y perjumados, saliendo a la mitad del mercado de la Merced, entre miradas de extrañeza y curiosidad. Lo único que pudimos hacer fue tratar de salir lo más rápido posible a la calle para tomar el primer taxi que encontráramos. Y en la caminata más larga de mi vida, nos chiflaron, nos mentaron la madre, nos dijeron de cosas, nos dijeron piropos que mis buenas y recatadas costumbres no me permiten repetir... (la verdad, los piropos y chiflidos eran para mí... ¿pero apoco los culpan?).

Llegamos a la calle. Caminamos para buscar un taxi lo más pronto posible, y cual es nuestra sorpresa que no hay un sólo maldito auto. Comenzamos a caminar entre la gente ya afuera del mercado, y nos damos cuenta que las calles alrededor del Zócalo estaban cerradas, porque iba a haber un concierto gratuito de Molotov. Comenzamos a caminar en dirección a Pino Suárez, cuando a mi padre se le prende el foco al ver un "Bicitaxi". Lo detuvió y nos trepó a mi hermana, a mi novia y a mí. Jamás había sentido lo que sienten las quinceañeras cuando las suben a las carrozas blancas en forma de calabaza y las arrastran por la ciudad haciendo el ridículo, hasta ese momento. Nos chiflaron, nos dijeron de cosas, gritaron piropos y guarradas. De nuevo Y yo me sentía princesa de la primavera en un pinche bicitaxi, saludando a los transeuntes que me chiflaban! (que diga... que NOS chiflaban... Si...).

Finalmente llegamos a la iglesia cinco minutos antes de que comenzara el bautizo. Y era de esos bautizos multitudinarios, donde varios niños son bautizados al mismo tiempo en una sola ceremonia. Y el chamaco que nos tocaba bautizar no llegaba. Cinco minutos, diez minutos, veinte minutos... y nosotros no quitábamos la mirada de la puerta de la iglesia esperando ver entrar a la familia de Don Analberto. Era tal la desesperación de mis padres, que incluso estaban dispuestos a bautizar el niño de una familia de la cual los que no aparecían eran los padrinos. Diez minutos antes de que acabara la ceremonia, aparece el socio de mi papá con la familia. Terminando la ceremonia, se acercaron mi papá y don Analberto con el padre, para pedirle que nos ayudara a bautizar al niño ya que habían llegado tarde. Y el padre, abnegado, entregado a la dicha y palabra de Dios, deseoso de ayudar al prójimo sin buscar beneficio alguno, accedió a bautizar al niño de manera rápida (como en 5 minutos), después que le dimos $1,000 pesos en efectivo como limosna. (Es que tenía prisa...)

Ya con el chiquito de Analberto bautizado, nos disponíamos a salir a la calle, y cuál es la sorpresa con la que nos encontramos: un diluvio del tamaño del Queque... (y miren que el Queque es muuuy pinche grande). No podíamos salir de la iglesia. Así que después de 20 minutos de esperar a que parara la lluvia, decidimos aventurarnos. Salimos caminando entre darketos, punketos, chavos banda y demás raspa que iba al concierto, y que por efectos del agua olían a perro mojado en periférico. Ya se imaginarán las caras de mis acompañantes hacia ellos, y la de ellos hacia nosotros. Estaba yo a punto de decirles a mis jefes que me quedaba al concierto... pero de traje y perjumado hubiera sido una mala decisión. Después de 3 cuadras en una lluvia persistente, encontramos en una tienda paraguas baratos. (tan baratos que luego de abrir uno, se desmadró completito).

Estábamos tratando de salir de ahí de la mejor manera posible, manteniendo el poco estilo que nos quedaba aún después de haber sido mojados, empujados, sabroseados, estafados e insultados. Y de repente, a la vuelta de una calle encontramos el paraíso... un paradero de peseras haciendo la tradicional fila para cargar pasaje. Mi papá se acercó inmediatamente al quinto pesero de la cola, y le ofreció $400 pesos para que nos llevara a la Doctores únicamente. Este al ver lana fácil, aceptó y se salió de la fila. Grave error...

Nos llovieron de cosas, mentadas de madre, nos dijeron el huevo y quien lo puso por no habernos formado como el resto de los aldeanos. Y entre esa sinfonía de insultos y lluvia de basura, nos subimos a nuestra limusina de lujo de la ruta 34 (era una combi donde me sentía rockstar, artista famoso, o político...) la cuál nos llevó directamente al estacionamiento donde estaba nuestro vehículo, que en ese momento no era mas que un refugio seguro, seco, y confortable para la pesadilla que habíamos vivido... Pero poco sabíamos de lo que aún nos esperaba...

Ya en el auto, recuerdo que mi mama dijo :"Ya estamos bien... Se acabo la pesadilla". Y yo contesté en tono burlón: "Má, recuerda que esto no se acaba hasta que la gorda canta... Así que no canten victoria...". Ya que todos estábamos en el auto, nos disponiamos a ir a la fiesta en casa de don Analberto.  Ahí mi padre nos revelo que el señor Analberto vivía en Ciudad Neza, en una casa muy grande con mucho terreno, porque ahí es donde guardaba sus camionetas de tres y media toneladas, sus camiones ligeros y sus camionetas de carga. 

Imaginen el viaje a la dichosa fiesta, cinco personas mojadas, cansadas, con el animo golpeado, y haciendo hora y media de camino a la fiesta del chamaco, donde moríamos por pasarla bien y dejar todo esto atrás. Mi mamá no dejaba de disculparse con mi novia, ya que de verdad las cosas no habían salido como lo habíamos planeado. Y mi novia con la dulzura que la caracterizaba, no hacia más que decirle a mi madre que de verdad no importaba (aunque se que por dentro, por lo menos dos mentadas de madre si nos llevamos... Eso si, con mucha dulzura...)

Total, después de hora y media de camino llegamos por fin a la casa de Don Analberto. La lluvia seguía y ya era de noche, pero eso no nos impedía ver que la casa por fuera parecía una bodega muy grande. Bajamos del carro, y llegamos a la puerta, desde donde se oía música de cumbia y guaracha sabrosona. Al momento de entrar al patio interior... El horror... 

Los choferes de los camiones del socio de mi papa estaban ahí... Bailando, gritando y ahogados de pedos. Eso si, estaban bien vestidos todos... Pero para el estadio!! Playeras del América, pants y tenis sucios, otro con pants, camisa y saco.  Una señora estaba respando el piso a todo lo que daba baile y baile cuando de pronto que se ressbala y que cae como res borracha frente a nosotros (si... Dije res borracha... Eso era).  Y en ese momento pensé que si me acercaba a mi padre a recordarle la discusión que habíamos tenido por la vestimenta que usaríamos el día de ese Magno evento, me ganaría un escupitajo en la cara, una bofetada para prostituta ( o llamada por mi bitchslap) y una patada en los huevos (llamada por mi como patada en los webbos).

Mi mamá había entrado en un estado de shock, y se había apoderado de ella el autísmo. No dejaba de preguntar a mi novia si estaba bien, y pedirle disculpas por haberla marcado psicológicamente de por vida. Después abrazaba al hijo de don Analberto de manera un poco fuerte y creepy, mientras lo mecía obsesivamente sin quitarle los ojos de encima, solo repitiendo "que bonito niño, todo va a estar bien, que bonito niño, estamos bien"...  Llego la hora de la cena, y nos encontramos con que eran tacos de canasta de uno de los mejores lugares que yo conozco: Tacos Joven... Así que una ligera llama de esperanza brillo en mi interior, creyendo que no todo estaría perdido... Y cual es nuestra sorpresa, que los chingados tacos estaban mas fríos y tiesos que una pinche paleta helada. De verdad que no sabíamos que habíamos llevado a nuestra fiesta también al culero de Murphy.

Salimos de ahí lo antes posible, con el miedo inminente de que en cualquier momento una manada de perros llegára a mearnos, seguidos por un grupo de elefantes a cagarnos encima. Subimos al carro en silencio, y casi nadie dijo nada todo el regreso. Estábamos tratando de dejar a un lado lo que sentíamos, y esperábamos con todas nuestras fuerzas el no tener daños mentales irreversibles. Mi mamá seguía abrazando una chamarra mientras le cantaba el "A la rorro niño"... Mientras,  los demás simplemente guardábamos silencio.  

Y fue en ese momento que me di cuenta que estaba en uno de los mejores viajes en los que jamas me hubiera imaginado estar. Había tenido de todo: acción, drama, comedia, suspenso y escenas sensuales ( si, yo trepado en un bicitaxi es sensual). Y que ni siquiera habiendo planeado un día así, nos hubiera salido tan mal como ese día. A partir de ese momento, ese viaje fue conocido en mi casa y con mis conocidos como "El día del viaje Ponchito"...

Que paso después de eso? Pues mi novia dejo de ser mi novia, mi papá al poco tiempo dejo de ser socio de don Analberto, quien perdió casi todo lo que tenía, se divorció y se volvió loco. En casa todos nos recuperamos de ese día, y auqnue jamás volvimos a ver al ahijado, lo recordamos siempre por el día de su bautizo.

Y ya me tengo que ir, que mi mamá ya está arrullando de nuevo su almohada y se la tengo que quitar antes que le quiera dar Gerber otra vez...

miércoles, 1 de septiembre de 2010

"Madrugando"

Despierto más temprano que de costumbre, las 4:47 a.m. Tengo comezón en la espalda, por que algún mosco mal viviente se dio un festín nocturno debido al calor que tuve por la noche. Prendo la televisión simplemente para escuchar algo de ruido. A las 4:47 de la mañana no hay nada de interés que pueda hacer que salga de mi letargo. Me levanto y hago los menesteres comunes y corrientes que no tiene caso que explique. 

A las 5:42 a.m. estoy arrancando el auto. A esa hora, uno creería que la gente sigue plácidamente dormida en su cama, pero la realidad es que en una ciudad tan grande y vasta como la nuestra, la vida no se detiene en ningún momento. Ya hay algo de tráfico en las avenidas, y ya escuchas las primeras mentadas de madre por que la gente tiene prisa de llegar. ¿A dónde puedes tener prisa de llegar antes de las 6 de la mañana?

Avanzo determinadamente sobre el carril de alta de periférico, pero un velo de pesadez cubre mi mente. Abro la ventanilla para que el aire frío (si es que eso existe en estos malditos días calurosos) me despierte. Me acomodo en el asiento. Subo el volumen de la radio. Tal vez un poco de noticias me despierten. Son las 6:02 a.m.

No recuerdo que era lo que escuchaba en las noticias, pero recuerdo claramente ver mis ojos cerrarse por un instante, recobrando de nuevo la conciencia de que iba en un armatoste metálico de más de una tonelada a 100 kilómetros por hora. Prendo el aire acondicionado, y parpadeo varias veces, abriendo los ojos de más.
Cómo si eso fuera a despertarme...

Lo siguiente que recuerdo, es un ruido muy fuerte, metal que cruje, vidrios que se estrellan. Dicen que la vida de uno pasa frente a sus ojos cuando se está a punto de morir, pero en este caso, en lo único en lo que pude poner atención era en como ocurría todo. Veo como vuelan miles de cristales frente a mí, como gotas de agua esparcidas por un rociador. Todo da vueltas tan despacio que parece que estoy viendo una repetición instantánea. Siento como me sacudo de un lado a otro, pero el cinturón de seguridad se me encaja en el pecho. La bolsa de aire estalla y me golpea en el rostro. Siento mucho dolor en la cara y el cuello. Veo el pavimento acercarse por mi ventanilla. Escucho el rechinido de las llantas, y los golpes de la carrocería mientras el auto vuelca y gira muchas veces. Un calor me recorre la espalda mientras cierro los ojos y aprieto las manos al volante. Y de pronto, todo termina tan rápido como comenzó.

Me encuentro acostado boca arriba, con los ojos cerrados y los puños apretados. Abro los ojos lentamente, esperando lo peor, pero veo que estoy en una habitación iluminada a media luz, siento mucha comezón en la espalada. Trato de levantarme y lo logro sin problemas. Doy un vistazo a mi alrededor y me percato que estoy en mi cuarto. Tomo el reloj del buró. Son las 4:47 de la mañana.
-Mierda, creo que hoy no quiero ir a trabajar...


lunes, 23 de agosto de 2010

"La Fiesta Brava"

La tarde estaba completamente despejada, con el sol de medio día y el cielo azul anunciando un calor inminente que duraría el resto de la noche. Había llovido por la mañana, por lo que la tierra mojada desprendía el vapor de los charcos que ahí se habían formado. Era una tarde de verano hermosa para ir a admirar una corrida de toros.

La gente iba acercándose poco a poco a la plaza central. Los puestos del mercado tenían vida propia, y se exitaban más con la cantidad de visitantes que por ahí paseaban. La venta de comida, de recuerdos e ilusiones. Las personas se detenían a mirar lo que ahí se ofertaba, y regateaban con los comerciantes para obtener el mejor precio.

El olor a grasa animal quemada impregnaba el aire, el ruido bullicioso de las trompetas a lo lejos, el sonido de fiesta y la música de lídia llenaban el ambente de felicidad. El sentimiento de emoción en los corazones por presenciar una corrida más en esa plaza se mezclaban para hacer un día perfecto.

Miles de canciones se han escrito, de lidias que han quedado grabadas en la memoria del pueblo, con faenas que han hecho llorar de emoción y alegría al más fuerte y rudo de los asistentes. Canciones que han sido pasadas de generación en generación, y que han colmado de alegría a las masas que recrean en su mente las más grandes coplas y los mejores versos describiendo a sus héroes.

Dentro de la plaza, el silencio se hizo presente cuando el presidente dio por iniciada la fiesta. El respetable admiraba el paso de los rejoneadores y monosabios, de los picadores y banderilleros. Todos caminaban con paso decidido y elegante al centro del ruedo, pisando los pétalos de las flores tiradas a su paso, esperando enfrentarse a tan hermoso y noble animal, como lo es el toro de lidia.

Después de terminar el paseíllo, se escuchó el tronar de los cohetes en el cielo, y el publico comienzó a gritar de jubilo ante la apertura de las puertas del callejón. Desde los toriles, una bestia embravecida y majestuosa hizo su aparición veloz ante la mirada de asombro del respetable. Era su fuerza y su porte el que llenaba de temor al más valiente de los matadores. Y es de esa valentía demostrada ante el ruedo,  que se formaban las leyendas de nuestras canciones. Era una tarde de verano perfecta y hermosa para ir a admirar la fiesta brava...

jueves, 19 de agosto de 2010

"Colt 45"

Una gota de sudor le recorría la frente. En la mano empuñaba una pistola Colt calibre 45 cargada. Estaba consiente de todas y cada una de las sensaciones que lo rodeaban. Sentía lo frío del metal  del mango en sus dedos, el peso de la pistola,  la descarga de adrenalina que se reflejaba en la espalda y cuello, el sabor metálico de la sangre en la boca y el olor a muerte a su alrededor.

Estaba tranquilo. Pensaba tan rápido en todas sus opciones que las ideas se le arremolinaban en la cabeza todas a la vez, no sabía cómo escapar de la situación en la que se había involucrado casi sin pensar en las consecuencias que podrían traerle.  Recordó que había visto una ventana en el baño que se encontraba en la oficina del banco. Quizá podría escapar por ahí, aunque era algo pequeña y le costaría trabajo pasar todo su cuerpo por ahí.   La ventana daba a una caída de cuatro metros a un patio interior, desde donde podría después saltar una barda que daba hacia la calle que estaba en la parte posterior del banco y de ahí tratar de huir. 

Miró por la orilla de la ventana hacia el frente del banco tratando de sopesar otras opciones, pero había ya allí patrullas y oficiales armados con escopetas y rifles.  Al fondo se oía el llanto de una niña, y su mamá desesperada trataba de hacerla callar. Tenía que salir de ahí cuanto antes ya que sabía que si lo atrapaban terminaría en la silla eléctrica.  El plan no incluía matar a nadie inicialmente, pero las cosas se habían salido de control.  El golpe debería de haber sido rápido y limpio: entrar y salir con el dinero, huir y esconderse por un tiempo hasta que las cosas en los noticieros se hubieran calmado.  Jamás esperó que un policía retirado tratara de desarmarlo.  Un sólo disparo acabó con su vida de inmediato, ya que la bala entró por el cuello y salió por el cráneo, esparciendo en todas direcciones materia gris, huesos y sangre. La gente entró en pánico, por lo que tuvo que disparar al guardia que intentó tomarlo por sorpresa después del ataque del policía. El guardia se desangró lentamente, entre los gritos de desesperación de los clientes que veían como agonizaba y pedía ayuda. La alarma silenciosa había sido activada desde que entró al banco y gritó que era un asalto.  Una cajera había alcanzado con el pié el botón antes de tirarse al piso. Volvió a mirar por la ventana y se decidió.  Revisó nuevamente su arma.  Tenía 5 balas en el cargador.  Se movió rápidamente a la parte de atrás de la oficina, se enfiló a la ventana y comenzó a subir.

Una gota de sudor le recorría la frente.  En la mano empuñaba un cuchillo. Estaba conciente de todas y cada una de las sensaciones que lo rodeaban. Sentía la textura del mango en sus dedos, el peso del cuchillo en su mano, la descarga de adrenalina que se reflejaba en la  espalda y cuello, el sabor metálico de la sangre en la boca y el olor a muerte a su alrededor. Sabía que debía escapar lo antes posible de ahí, ya que en poco tiempo llegaría la policía debido a los disparos que se habían realizado. No podía pensar claramente debido al estrés al que estaba sometido.  Jamás había matado a nadie, y le espantaba la idea de que lo metieran a la cárcel por ese crimen.  Había sido en defensa propia ya que el traficante al que le debía dinero le había disparado al enterarse que no tendría suficiente para pagar sus deudas.  Por suerte estaba tan drogado que había fallado los dos disparos que hizo, los cuales le pasaron uno cerca de la cabeza, y el otro rozándole un brazo.  Tomó un cuchillo que estaba en la mesa frente a él, y se abalanzó sobre él encajándoselo al traficante en el cuello, y después en el pecho tantas veces que se había quedado sin aliento. Recordó que había una puerta trasera en la casa. Revisó el cuchillo que aún tenía en la mano y pensó que debía esconderlo.  Se movió rápidamente a la puerta y comenzó a correr.

Una gota de sudor le recorría la frente.  En la mano empuñaba un tubo. Estaba conciente de todas y cada una de las sensaciones que lo rodeaban. Sentía el peso del tubo en sus dedos adoloridos, la descarga de adrenalina que se reflejaba en la espalda y cuello, el sabor metálico de la sangre en la boca, el olor a sangre a su alrededor. Sabía que debía escapar de ahí.  Nunca había golpeado a nadie tan fuerte en su vida, y los nervios hacían que le fuera difícil mantenerse en pie. No tenía fuerza en las piernas, y sentía que se iba a desmayar. Durante años su padrastro había golpeado a su madre, a su hermana y a él sistemáticamente, haciendo insoportable la vida bajo ese techo.  Vivía gastando en alcohol lo poco que su madre ganaba trabajando terceros turnos como enfermera en un hospital.  Ese día había llegado al límite.  Había tratado de abusar de su hermana de 14 años, y él no iba a permitir eso. Cuando comenzó a abrazarla y tocarla a la fuerza en la cocina de la casa, un hilo de furia se había desprendido de su interior.  Salió de la casa y tomó lo primero que encontró. Regresó y comenzó a golpear repetidamente y con todas sus fuerzas al hombre que durante años había sido el infierno en su casa, dejándole inconsciente y malherido en el piso de la cocina.  Tiró el tubo de los nervios ya que debía desaparecer de ahí lo antes posible.   Se movió rápidamente a la puerta y comenzó a correr.

Una gota de sudor le recorría la frente. En la mano empuñaba una pistola Colt calibre 45 descargada. Estaba consiente de todas y cada una de las sensaciones que lo rodeaban. Sentía lo frío del metal en sus dedos, el peso de la pistola que estaba sobre su mano ,  la descarga de adrenalina que se reflejaba en la espalda y cuello, el sabor metálico de la sangre en la boca, el dolor profundo en el pecho que le impedía respirar,  la sangre que brotaba de las heridas de bala que la policía le había hecho al disparar.... y el olor a muerte a su alrededor.

lunes, 16 de agosto de 2010

"El café del Sargento Pimienta"

…La tenía entre mis brazos, y no podía soltarla. Sentía la fuerza de su abrazo, el ritmo de su respiración, los latidos de su corazón, su cuerpo apretado contra el mío, el perfume de su cabello, y el calor de sus mejillas. Con fuerza la apretaba en mis brazos, y sentía un calor recorrer mi cuerpo entero. ¿Podría ser que…?

I was alone, I took a ride
I didn’t know what I would find there
Another road where maybe I
Could see another kind of mind there
Ooh then I suddenly see you
Ooh did I tell you I need you
Every single day of my life

No sé cuanto pasamos así.  El tiempo detuvo su marcha, la gente a nuestro alrededor nos veía con ojos extrañados, parados a la mitad de un Starbucks simplemente abrazados, pero para nosotros no existía nadie más en el mundo que ella y yo en ese momento. Y es que cuando estamos juntos, aunque el tiempo no existe, nunca es suficiente.

Dear Prudence, won't you come out to play
Dear Prudence, greet the brand new day
The sun is up, the sky is blue
It's beautiful and so are you
Dear Prudence won't you come out to play

No podía dejarla ir. ¡No quería dejarla ir! ¿Cómo iba a pasar el resto de mis días, de mis noches, de mi tiempo sin estar con ella? Poco a poco se había metido en mi cabeza, en mis sueños y en mis anhelos.  Ahora ya no sabía como abrir mis brazos y dejarla ir de nuevo.

Something in the way she moves,
Attracts me like no other lover.
Something in the way she woos me.
I don't want to leave her now,
You know I believe and how.
Somewhere in her smile she knows,
That I don't need no other lover.
Something in her style that shows me.
I don't want to leave her now,
You know I believe and how.

Besé su mejilla, sin dejar de sentirla entre mis brazos. Quise mirarla de nuevo, por que no podía cansarme de su rostro, de su perfil, de su sonrisa, de sus ojos. Sonrió levemente, dejándome ver que estaba disfrutando ese momento casi tanto como yo. Y cuando sonreía se iluminaba lo que hubiera alrededor, todo era más hermoso.  Ella era hermosa.

All these years I've been wandering around
Wondering how come nobody told me
All that I was looking for was somebody
Who looked like you
I've got a feeling, that keeps me on my toes


Intercambiamos un par de miradas sólo para volver a abrazarnos y no dejarnos ir por un tiempo más. No quería que ese momento terminara nunca, y no quería pensar en nada más. Estábamos solos, suspendidos en un espacio sin lugar, en un momento sin tiempo, estábamos abrazados en la nada.

Do you need anybody?
I need somebody to love.
Could it be anybody?
I want somebody to love.
What do I do when my love is away?
(Does it worry you to be alone?)
How do I feel by the end of the day?
(Are you sad because you're on your own?)


Cuando dejamos de abrazarnos y abrí finalmente mis brazos, sentí como físicamente nos habíamos separado, pero algo más había pasado en mí. No pude hacer otra cosa que guardar ese sentimiento en mi memoria, y dejarlo ahí.  Había tenido uno de esos momentos que uno no olvida fácilmente. Quería tener miles más   el resto de mi vida. No quería estar con nadie más que no fuera ella.


You'll never know how much I really love you.
You'll never know how much I really care.
Listen, Do you want to know a secret?
Do you promise not to tell?
Closer, Let me whisper in your ear,
Say the words you long to hear,
I'm in love with you…


martes, 10 de agosto de 2010

"Día de verano"


La lluvia caía en la ciudad cuando él caminaba por esa calle. Sentía como cada gota lo golpeaba, como cada pequeña explosión en su rostro lo refrescaba y lo llenaba de vida. Había vagado tanto tiempo por esas calles sin rumbo que conocía a la perfección cada grieta en el pavimento, cada imperfección en el piso, y cada marca en las paredes.Desde hacía años que había tomado esa costumbre de vagar mientras pensaba en lo que le había pasado en el día. Y no importaba la lluvia porque incluso la esperaba con ansia. Le gustaba salir a caminar mientras llovía, porque para él era una purificación, una manera de estar en contacto de nuevo con esa naturaleza a la que pocas personas le ponen la atención que merece.

Siempre le extrañó ver como las personas corrían de la lluvia y se refugiaban bajo algún techo a esperar a que pasara... casi como si esa lluvia fuera intocable, como si el simple hecho de mojarse fuera algo inconcebible.Y él era raro para el resto de las personas, ya que ver a un tipo caminar bajo la lluvia como si lo hiciera bajo el sol de verano en un jardín lleno de flores era una locura... "De seguro está loco y se ha escapado de alguna institución mental el pobre", decían los que no le conocían. Y creo que si hubieran podido leer la mente de nuestro personaje, se habrían dado cuenta que en efecto estaba loco, igual que el resto de las personas en este mundo. Su mente viajaba y divagaba a lugares insospechados en cada caminata, casi como si su alma estuviera en otro lugar, y su cuerpo solo fuera un pedazo de carne y huesos vagando con la mirada perdida en otro universo paralelo del cual el resto de la humanidad no tuviera conciencia.

Cada paseo que habia tenido era muy parecido entre sí. Se detenia un momento a admirar detenidamente las copas de los arboles, siempre en busca de algún nido, o simplemente a ver el movimiento de las ramas en las tardes llenas de viento o tormenta. Pero ese día iba a ser diferente a los demás, y no solo por la obviedad de que ningún día es igual a otro, sino porque ese día en especial, nuestro personaje conocería al amor de su vida.

La lluvia había caído durante media hora, y las calles por las que caminaba estaban vacías, llenas de charcos que atravesaba como si no existieran. Su mente en ese momento divagaba con una canción en específico, un jazz que había escuchado por primera vez por la mañana, y que en pocas horas se había vuelto su obsesión. No entendía por que no podía sacarse de la cabeza esos compases, esa trompeta realizando un viaje de escaladas melódicas, acompañado por un bajo que le caló hasta la medula, y que de extraña manera lo llenaba de una paz que no había sentido antes. Se preguntó varias veces como había podido pasar casi treinta años de su vida sin haber escuchado al maestro Miles Davis tocando su opera prima.

Levantó la mirada para ver si el cielo le entregaba una respuesta a sus preguntas sin respuesta, implorando que se abrieran las nubes en medio de una demostración de efectos especiales (cantos de angelicales, luz cayendo en forma de reflector sobre su rostro, y la voz imponente de Dios dándole razones que a ningún otro ser humano daría jamás). Pero como se podrán imaginar, eso nunca pasó (creyó escuchar los cantos de los ángeles, pero era solo una ambulancia pasando a lo lejos). Lo que en cambio si encontró su mirada fue una silueta a lo lejos caminando como si estuviera haciéndolo bajo el sol de verano en un jardín lleno de flores. Era la mujer más hermosa que había visto jamás, (Y debo confesarles queridos amigos, que no era una modelo esta mujer, no era la más alta, ni era un rostro digno de ser recreado en mármol por algún escultor grecorromano, pero debo recordarles que era ella el amor de su vida, y él debió de haberla reconocido de cierta manera diferente, que no puedo explicarles aquí).

Su mente quedó en blanco, incluso creo que un hilo de saliva le cayó de la comisura de la boca (o como ule dicen en mi pueblo, "se le cayó la baba"), su corazón cambio el ritmo de un instante a otro. Mariposas, abejas, abejorros, golondrinas, gallos, gallinas y una avestruz revoloteaban en su estomago. Las nubes se abrieron de par en par, la luz del reflector del Sol cayó sobre esta desconocida, y se escucharon los cantos de los Ángeles a cada paso que ella daba.

Cuando por fin pudo reaccionar, vio como esta mujer entraba en una cafetería a la que él jamás había prestado atención. Tomó valor respirando varias veces, se limpió la baba, trago algo de saliva para tratar de aplacar la fiesta de aves e insectos que había en su estomago, y se dispuso a entrar detrás de ella a este café. El calor del lugar lo envolvió, el sonido de las charlas llenó sus oídos, el olor del café tostado se mezclaba con el olor a pavimento mojado de afuera, y con el de tarta de fresas que había en los estantes de la entrada, llenos de panqués y postres que se veían deliciosos.

Sólo podia buscarla con la mirada. Ella se encontraba al centro del lugar, sentada ya en una mesa adornada con una rosa en un florero blanco. Había sacado de su bolso un libro que se disponía a acompañar con un café, mientras se secaba el rostro con un pañuelo. Estaba empapada. Su abrigo se encontraba en un perchero a la entrada del café, goteando aun en el piso.

Nuestro personaje, sin pensar en nada más que conocer a esa mujer, dió un paso decidido hacia ella (su cabeza se encontraba en un estado de estupidificación, que de haber llegado a ella en ese momento, sólo habría podido emitir algún ruido gutural y cavernícola). Pero de pronto su estado de estupidificación se vió interrumpido, ya que escuchó en su cabeza de nuevo las primeras notas de la canción que había tarareado todo el día... El bajo y la trompeta del maestro Davis comenzaron a llevarlo de nuevo en un viaje, que como su titulo dice, hacía que nada mas importara... "So what". Y se dio cuenta que no era su cabeza la que reproducía la canción, sino las bocinas del sonido del café.

Cuando volvió en sí y reaccionó, miró a esa mujer que tanto anhelaba conocer, y se dio cuenta de la cara de sorpresa que ella tenía también, mirando incrédula la bocina, y sonriendo como si no creyera en la suerte que tenía de que esa canción estuviera justo en ese momento sonando. Era su canción favorita, y todo el día había estado esperando escucharla.

Y como si hubieran estado toda su vida preparándose para ese momento especifico, como si cada caminata al sol del verano en un jardín lleno de flores los hubiera llevado a ese lugar, sus miradas se cruzaron por primera vez, admirándose el uno al otro sin entender qué sentían. Se sonrieron mientras el jazz los acompañaba al ritmo de la vida, y no dijeron nada más...