Una gota de sudor le recorría la frente. En la mano empuñaba una pistola Colt calibre 45 cargada. Estaba consiente de todas y cada una de las sensaciones que lo rodeaban. Sentía lo frío del metal del mango en sus dedos, el peso de la pistola, la descarga de adrenalina que se reflejaba en la espalda y cuello, el sabor metálico de la sangre en la boca y el olor a muerte a su alrededor.
Estaba tranquilo. Pensaba tan rápido en todas sus opciones que las ideas se le arremolinaban en la cabeza todas a la vez, no sabía cómo escapar de la situación en la que se había involucrado casi sin pensar en las consecuencias que podrían traerle. Recordó que había visto una ventana en el baño que se encontraba en la oficina del banco. Quizá podría escapar por ahí, aunque era algo pequeña y le costaría trabajo pasar todo su cuerpo por ahí. La ventana daba a una caída de cuatro metros a un patio interior, desde donde podría después saltar una barda que daba hacia la calle que estaba en la parte posterior del banco y de ahí tratar de huir.
Miró por la orilla de la ventana hacia el frente del banco tratando de sopesar otras opciones, pero había ya allí patrullas y oficiales armados con escopetas y rifles. Al fondo se oía el llanto de una niña, y su mamá desesperada trataba de hacerla callar. Tenía que salir de ahí cuanto antes ya que sabía que si lo atrapaban terminaría en la silla eléctrica. El plan no incluía matar a nadie inicialmente, pero las cosas se habían salido de control. El golpe debería de haber sido rápido y limpio: entrar y salir con el dinero, huir y esconderse por un tiempo hasta que las cosas en los noticieros se hubieran calmado. Jamás esperó que un policía retirado tratara de desarmarlo. Un sólo disparo acabó con su vida de inmediato, ya que la bala entró por el cuello y salió por el cráneo, esparciendo en todas direcciones materia gris, huesos y sangre. La gente entró en pánico, por lo que tuvo que disparar al guardia que intentó tomarlo por sorpresa después del ataque del policía. El guardia se desangró lentamente, entre los gritos de desesperación de los clientes que veían como agonizaba y pedía ayuda. La alarma silenciosa había sido activada desde que entró al banco y gritó que era un asalto. Una cajera había alcanzado con el pié el botón antes de tirarse al piso. Volvió a mirar por la ventana y se decidió. Revisó nuevamente su arma. Tenía 5 balas en el cargador. Se movió rápidamente a la parte de atrás de la oficina, se enfiló a la ventana y comenzó a subir.
Una gota de sudor le recorría la frente. En la mano empuñaba un cuchillo. Estaba conciente de todas y cada una de las sensaciones que lo rodeaban. Sentía la textura del mango en sus dedos, el peso del cuchillo en su mano, la descarga de adrenalina que se reflejaba en la espalda y cuello, el sabor metálico de la sangre en la boca y el olor a muerte a su alrededor. Sabía que debía escapar lo antes posible de ahí, ya que en poco tiempo llegaría la policía debido a los disparos que se habían realizado. No podía pensar claramente debido al estrés al que estaba sometido. Jamás había matado a nadie, y le espantaba la idea de que lo metieran a la cárcel por ese crimen. Había sido en defensa propia ya que el traficante al que le debía dinero le había disparado al enterarse que no tendría suficiente para pagar sus deudas. Por suerte estaba tan drogado que había fallado los dos disparos que hizo, los cuales le pasaron uno cerca de la cabeza, y el otro rozándole un brazo. Tomó un cuchillo que estaba en la mesa frente a él, y se abalanzó sobre él encajándoselo al traficante en el cuello, y después en el pecho tantas veces que se había quedado sin aliento. Recordó que había una puerta trasera en la casa. Revisó el cuchillo que aún tenía en la mano y pensó que debía esconderlo. Se movió rápidamente a la puerta y comenzó a correr.
Una gota de sudor le recorría la frente. En la mano empuñaba un tubo. Estaba conciente de todas y cada una de las sensaciones que lo rodeaban. Sentía el peso del tubo en sus dedos adoloridos, la descarga de adrenalina que se reflejaba en la espalda y cuello, el sabor metálico de la sangre en la boca, el olor a sangre a su alrededor. Sabía que debía escapar de ahí. Nunca había golpeado a nadie tan fuerte en su vida, y los nervios hacían que le fuera difícil mantenerse en pie. No tenía fuerza en las piernas, y sentía que se iba a desmayar. Durante años su padrastro había golpeado a su madre, a su hermana y a él sistemáticamente, haciendo insoportable la vida bajo ese techo. Vivía gastando en alcohol lo poco que su madre ganaba trabajando terceros turnos como enfermera en un hospital. Ese día había llegado al límite. Había tratado de abusar de su hermana de 14 años, y él no iba a permitir eso. Cuando comenzó a abrazarla y tocarla a la fuerza en la cocina de la casa, un hilo de furia se había desprendido de su interior. Salió de la casa y tomó lo primero que encontró. Regresó y comenzó a golpear repetidamente y con todas sus fuerzas al hombre que durante años había sido el infierno en su casa, dejándole inconsciente y malherido en el piso de la cocina. Tiró el tubo de los nervios ya que debía desaparecer de ahí lo antes posible. Se movió rápidamente a la puerta y comenzó a correr.
Una gota de sudor le recorría la frente. En la mano empuñaba una pistola Colt calibre 45 descargada. Estaba consiente de todas y cada una de las sensaciones que lo rodeaban. Sentía lo frío del metal en sus dedos, el peso de la pistola que estaba sobre su mano , la descarga de adrenalina que se reflejaba en la espalda y cuello, el sabor metálico de la sangre en la boca, el dolor profundo en el pecho que le impedía respirar, la sangre que brotaba de las heridas de bala que la policía le había hecho al disparar.... y el olor a muerte a su alrededor.
Una gota de sudor le recorría la frente. En la mano empuñaba un cuchillo. Estaba conciente de todas y cada una de las sensaciones que lo rodeaban. Sentía la textura del mango en sus dedos, el peso del cuchillo en su mano, la descarga de adrenalina que se reflejaba en la espalda y cuello, el sabor metálico de la sangre en la boca y el olor a muerte a su alrededor. Sabía que debía escapar lo antes posible de ahí, ya que en poco tiempo llegaría la policía debido a los disparos que se habían realizado. No podía pensar claramente debido al estrés al que estaba sometido. Jamás había matado a nadie, y le espantaba la idea de que lo metieran a la cárcel por ese crimen. Había sido en defensa propia ya que el traficante al que le debía dinero le había disparado al enterarse que no tendría suficiente para pagar sus deudas. Por suerte estaba tan drogado que había fallado los dos disparos que hizo, los cuales le pasaron uno cerca de la cabeza, y el otro rozándole un brazo. Tomó un cuchillo que estaba en la mesa frente a él, y se abalanzó sobre él encajándoselo al traficante en el cuello, y después en el pecho tantas veces que se había quedado sin aliento. Recordó que había una puerta trasera en la casa. Revisó el cuchillo que aún tenía en la mano y pensó que debía esconderlo. Se movió rápidamente a la puerta y comenzó a correr.
Una gota de sudor le recorría la frente. En la mano empuñaba un tubo. Estaba conciente de todas y cada una de las sensaciones que lo rodeaban. Sentía el peso del tubo en sus dedos adoloridos, la descarga de adrenalina que se reflejaba en la espalda y cuello, el sabor metálico de la sangre en la boca, el olor a sangre a su alrededor. Sabía que debía escapar de ahí. Nunca había golpeado a nadie tan fuerte en su vida, y los nervios hacían que le fuera difícil mantenerse en pie. No tenía fuerza en las piernas, y sentía que se iba a desmayar. Durante años su padrastro había golpeado a su madre, a su hermana y a él sistemáticamente, haciendo insoportable la vida bajo ese techo. Vivía gastando en alcohol lo poco que su madre ganaba trabajando terceros turnos como enfermera en un hospital. Ese día había llegado al límite. Había tratado de abusar de su hermana de 14 años, y él no iba a permitir eso. Cuando comenzó a abrazarla y tocarla a la fuerza en la cocina de la casa, un hilo de furia se había desprendido de su interior. Salió de la casa y tomó lo primero que encontró. Regresó y comenzó a golpear repetidamente y con todas sus fuerzas al hombre que durante años había sido el infierno en su casa, dejándole inconsciente y malherido en el piso de la cocina. Tiró el tubo de los nervios ya que debía desaparecer de ahí lo antes posible. Se movió rápidamente a la puerta y comenzó a correr.
Una gota de sudor le recorría la frente. En la mano empuñaba una pistola Colt calibre 45 descargada. Estaba consiente de todas y cada una de las sensaciones que lo rodeaban. Sentía lo frío del metal en sus dedos, el peso de la pistola que estaba sobre su mano , la descarga de adrenalina que se reflejaba en la espalda y cuello, el sabor metálico de la sangre en la boca, el dolor profundo en el pecho que le impedía respirar, la sangre que brotaba de las heridas de bala que la policía le había hecho al disparar.... y el olor a muerte a su alrededor.
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