viernes, 15 de octubre de 2010

"El Umbral"

Entré al cuarto, y estaba iluminado por la luz apagada de una vela. El silencio me hizo retroceder de nuevo al umbral de la puerta. Aún no recobraba el aliento. De pronto, de una esquina del cuarto escuché una voz chillona y vieja. 
-Estás ahí, por fin llegaste.
-Perdón... creo que no debería de estar aquí. – la voz se me entrecortó por que aún no podía respirar.
-Pasa pasa, que ahora mismo te atiendo.
El cuarto estaba decorado con imágenes de todas las religiones, desde budas, vírgenes, imágenes de la religión hindú, hasta crucifijos de todos los tamaños, que dejaban ver la pasión que la mujer tenía por su profesión. Se levantó lentamente de su lugar y tomó un bastón que parecía estar hecho de una rama de árbol ennegrecida por el tiempo y el uso, en la que se podían ver en su relieve rostros y cuerpos tallados por la naturaleza misma.
Con la paciencia que los años le habían dejado, la pequeña mujer dio unos pasos hasta llegar a un armario antiguo y maltratado que era tan grande, que tocaba el techo de la pequeña habitación en la que nos encontrábamos.
Dando un vistazo, me di cuenta que no había una fuente de luz natural en el cuarto, ya que todas las ventanas estaban tapadas con tablas y cartones. Sólo podían verse sombras danzantes en las paredes, debido al movimiento de la llama de la pequeña vela que estaba a medio consumir.
En esta habitación no había más que un sillón maltratado y sucio, un catre en una esquina, una pequeña mesa con papeles regados en ella, y dos sillas de madera que parecía se desbaratarían en cualquier instante.
En las paredes quedaban los restos de lo que alguna vez había sido un papel tapiz de flores blancas, dejando sólo flores enmohecidas y rotas en su lugar.
La mujer tenía la apariencia de estar hecha de papel, encorvada y pequeña. Sus cabellos color plata le llegaban por debajo de la cintura y estaban recogidos con una cinta de color negro en un mechón despeinado. Sus ojos no se podían ver por la oscuridad del cuarto, pero a la luz de la vela, parecía que eran sólo un par de cuencas vacías. Estaba vestida con un vestido largo que alguna vez fue blanco, se veía deteriorado, como si hubiera sido usado más años de los que aparentaba tener la mujer.
Ella tomó de su cuello una cadena, en la cuál había una llave como ninguna otra había visto en mi vida, parecía hecha de hierro forjado, y tenía formas caprichosas e intrincadas que la hacían ver como sacada de la imaginación de un escritor de novelas fantásticas.
Introdujo la llave en la cerradura, y abrió el seguro con un gran chasquido. Las puertas rechinaron y se abrieron de par en par. Dentro había estantes con papeles amarillentos y viejos, que parecían no tener fin, amontonados uno sobre otro, en torres que amenazaban con caer debido al peso.
La pequeña mujer tomó una hoja que estaba en medio de una de las pilas, y la jaló con fuerza para que saliera. Una vez que la tuvo en sus manos, regresó a una de las sillas y se sentó con un suspiro debido al esfuerzo que había representado el pararse y tomar la hoja del armario.
-Ven siéntate… ¿que haces ahí parado?
-Prefiero quedarme donde estoy…
-Bueno, pues como gustes.
Observó en medio de la penumbra del cuarto la hoja, buscando algo que tenía anotado en ella.
-Aquí esta… si, muy bien. Justo a tiempo… que bueno que has llegado.
-¿Llegado a que señora?
-Llegado a la cita…
-Perdone señora… pero no tengo ni idea de cómo llegué aquí…
-No te preocupes, casi nadie sabe como ha llegado aquí.- dijo la señora, mientras esbozaba una sonrisa que hacía verla más arrugada aun.
-¿No sabes quién soy yo?- dijo ella mientras jugueteaba con la hoja que tenía en sus manos.
-La verdad no, no sé por que he llegué hasta su puerta... Sólo sé que estaba por llegar a mi casa, cuando tuve una sensación de urgencia. No pude explicar que era lo que me pasaba. Sólo quise correr… no sé a donde, pero eso fue lo que hice… Corrí por calles y avenidas que no recuerdo. Sentía que alguien me perseguía aunque no podía ver a nadie. Cuando pasé frente a este edificio, vi la puerta abierta… no sé siquiera por que entré… algo me decía que debía entrar… y al fondo del pasillo vi una luz por debajo de su puerta, que estaba entreabierta… No sé que fue lo que pasó, pero es un malentendido… usted espera a alguien más.
-Siempre pasa lo mismo… tranquilo… es a ti a quien esperaba.
-No puede ser… nunca antes la había visto en mi vida.
-No te preocupes hijo mío, nos hemos conocido antes… cuando iniciaste tu trayecto en este camino.
-¿Trayecto? ¿De que me habla?...- El miedo comenzó a apoderarse de mí.
-Si… cuando naciste estuve ahí, dándote la bienvenida a este trayecto que iniciaste. Pero el destino siempre hace los caminos vuelvan a cruzarse aunque sea una vez más. Y hoy es el día en que nos hemos cruzado de nuevo… hoy es el día de tu muerte...
-¡Esto debe de ser una broma!... ¡Déjeme ir por favor!… - Intenté moverme del umbral de la puerta, pero no pude hacerlo. Mis piernas estaban pegadas al piso, y no pude dar siquiera un paso. El miedo me había invadido por completo y sentía cómo el corazón se me aceleraba.
-No es una broma hijo…  aquí lo tengo anotado… tienes 37 años, dos hijos, y una esposa. Trabajas en una maderería, pero siempre quisiste ser maestro de escuela.- la mujer se levantó de su lugar, y me dio la hoja que tenía en sus manos… No podía ser… todo lo que dijo estaba ahí anotado, y más. Mi vida, mis sueños, mis miedos. Mis aciertos y mis errores. Mi existencia plasmada en un pedazo de papel viejo y carcomido por las termitas.
-Pero… pero…
-Es tu plan de vida. Aquí lo tengo todo… aquí tengo la vida de todos. No tengas miedo… Ya se ha terminado.
La mujer me tocó el brazo con una de sus manos… como si me hubieran quemado con un hierro, mi brazo se entumió completamente. Quería gritar, pero estaba paralizado, quería correr, pedir ayuda… sentía como se escapaba de mí la vida.
A partir de ese momento dejé de sentir. Ni dolor, ni miedo ni sufrimiento. Dejé de preocuparme de todo lo que me rodeaba. Lo único que pude decir mientras cerraba los ojos por última vez antes de dejar caer la hoja al suelo fue:
-La muerte…