jueves, 27 de febrero de 2014

"Cuestión de tiempo"

Despertó en medio de un estremecimiento, con el baño de un balde de agua helada en la cabeza. Sabía que tenía hielos, porque sintió incluso pequeños golpes en la cara. No sabía cuanto tiempo había pasado desde que lo amarraron a esa silla, pero sabía que no faltaba mucho tiempo para por fin ser libre. 

Intentó abrir los ojos. Se sentía cegado por una luz que le apuntaba al rostro. Sintió dolor en todas sus extremidades. De sus muñecas corrían hilos de sangre diluidos en agua, porque los cinchos con los que lo amarraron estaban demasiado apretados. Ya había perdido casi toda la sensación en sus pies, sólo quedaba un agudo dolor que incesantemente le clavaba agujas en la piel.

Estaba desnudo, y sentía como tiritaba completamente de pies a cabeza. Sentía ahora un dolor inmenso en la cabeza, debido a los golpes que había recibido durante horas, sino es que días. Había sido golpeado con la cacha de una pistola, y sentía como su ojo derecho estaba ciego. Un último golpe en la nuca hizo que que perdiera el conocimiento la última vez.

El interrogatorio había sido más que eso. Había sido una tortura. Tenía varios dedos de las manos rotos, porque los habían martillado uno a uno, tratando de quebrar su voluntad. La realidad es que estaba tan preparado mentalmente para cualquier tipo de dolor, que lo único que habían alcanzado a romper eran su falanges.

Un tipo se acercó de nuevo a él. Traía en una mano un bisturí, y en la otra unas pinzas de presión. No hablaría. No caería en su juego, por más  dolor que le infligieran. Sabía que era cuestión de tiempo para ser libre. Pronto todo terminaría. Sabía que su fe era inquebrantable. Todo lo llevaría a ese momento de libertad.

El tipo tomó el bisturí, y lo insertó lentamente en su pierna izquierda. Escuchó cómo  cortaba el tejido poco a poco, mientras el dolor casi lo hizo desmayarse. Se nubló la vista del único ojo que tenía abierto. Trató de reprimir un grito de  dolor con todas sus fuerzas, y lo único que logró escucharse de su boca fue un ligero gruñido.

El bisturí quedó clavado en su pierna, mientras, con las pinzas de presión, atrapó su nariz. Fue tan grande el dolor que sintió, mientras apretaban y torcían su ya rota nariz, que a punto estuvo de gritar y pedir clemencia por su vida... Pero se contuvo. Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Lo único en lo que podía pensar era en su familia, y que pronto sería libre.

Comenzó a calcular el tiempo, y se imaginó que faltaría sólo un poco más. Tendría que aguantar un poco antes de que fuera salvado. El tipo ya había salido del cuarto, y alcanzaba a escuchar gritos tras la puerta. Parecían estar desesperados. Pero él no hablaría. No caería en su juego.

Se abrió la puerta de golpe, dejando entrar luz del exterior. Era de día. Dos siluetas entraron apresuradamente. Esta vez, traían cada uno una pistola. Sin preguntar nada, uno de ellos le disparó en la rodilla derecha. No pudo contener el grito de dolor que eso le causó. Sintió como sí su pierna hubiera estallado en mil pedazos. -¿Vas a hablar ahora?- gritó después de haberle disparado. -¡Habla pedazo de mierda! ¡Habla o juro que te meteré una bala en el cráneo!- gritó mientras encasquillaba su pistola. La apuntó con un golpe seco en la sien.

-¡No sé de qué me están hablando! Les juro por la vida de mis hijos que no sé de qué están hablando...- alcanzó a decir entre lágrimas. El pensar en sus hijos le causaba más dolor del que estos tipos pudieran provocarle. Pero sabía que pronto sería libre.

-No va a hablar... ¡Estamos jodidos! ¡Jodidos! - se escuchaba la desesperación en su voz. El tipo que había disparado comenzó a caminar de un lado a otro, mientras jalaba sus cabellos.  El otro tipo que había entrado con él,  había ya dejado caer su pistola, mientras se ponía en cuclillas recargado contra la pared.

No había caído en su juego. No había sucumbido a los golpes, a los maltratos, a los choques eléctricos, a la herida de bala, a la privación del sueño, al hambre, a la sed, a las fracturas, y a la pérdida de sangre.  Sabía que mantenerse firme, y no inculparse lo ayudaría.  Sabía que pronto sería rescatado. Era cuestión de tiempo. Volteó su mirada a la derecha. Las cosas que le habían quitado cuando lo secuestraron, su ropa, su celular,  su reloj, todo estaba en una bolsa, en la esquina del cuarto donde lo mantenían.  Ojalá pudiera llegar a ellas.

El tipo que le había disparado en la rodilla, se acercó de nuevo a él. - Por el amor de Dios, tienes que decirnos. Aún hay tiempo...- Los papeles se habían volteado. Ahora ellos rogaban. Ahora ellos, con lágrimas en los ojos imploraban clemencia. El silencio que recibieron por respuesta los inquietó más. Siempre escucharon las mismas respuestas, no sé de que hablan, tienen a la persona equivocada, tengo familia, juro que no sé nada. Pero ahora ese silencio, esa falta de respuesta... Les respondía de la peor manera posible.

-Tenemos que avisar... ¡Tenemos que salir de aquí! Aún no han evacuado la ciudad completamente. ¡Avisa a todos que debemos irnos ya! ¡Aún hay tiempo!- sus gritos y desesperación llenaron el cuarto entero. Tomaron sus pistolas, mientras corrían a la puerta. -¡Este es el agente especial Jones del FBI, tienen que evacuar la ciudad inmediatamente! No sabemos la ubicación de la bomba, repito, no sabemos la ubicación de la bomba. Evacuen la ciudad ahora!- gritaba por el radio.

-Ya no hay tiempo... No hay nada que puedan hacer... -  dijo mientras cerraba el único ojo por el que podía ver. De la esquina del cuarto, se escuchó la alarma de su reloj. Una sonrisa se dibujó en su rostro. Una explosión lejana hizo estremecer las paredes. Todo comenzó a temblar con un rugido cada vez más fuerte y ensordecedor. Pensó en sus hijos, y que ya estaría con ellos. Por fin había sido rescatado. -Los amo...- alcanzó a decir por última vez antes de que la onda expansiva lo alcanzara y arrasara con todo. Por fin era libre...


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